El ser humano, como la mayoría de los otros animales, ha desarrollado la capacidad de transmitir informaciones entre similares, aumentando la colaboración en comunidad. La comunicación oral no es privativa de nuestra especie, pero sí somos únicos con la capacidad de transmitir información muy precisa entre generaciones a través del lenguaje como acuerdo colectivo; sistema sofisticado que nos permite abstraer conceptos, elevando nuestro conocimiento a un plano más allá de lo estrictamente físico. Cualquier animal comunica peligros a sus similares por diferentes medios físicos, habilidad innata e inscrita en sus genes. La llegada de un nuevo depredador a un ecosistema causaría caos entre la población de las marmotas, el conocimiento del peligro de dicho depredador no puede ser comunicado entre la población porque no evolucionaron reconociendo tal peligro y no llevan el medio por ello codificado en su genoma. Hasta que la selección natural haya favorecido los individuos capaces de reconocer el peligro y transmitirlo a sus similares, esas habilidades espontáneas que resultan favorables son transmitidas a las generaciones nuevas. Encima de los comportamientos instintivos innatos, el conocimiento del ser humano proviene de fuentes externas que interiorizamos mediante el lenguaje. Es este contacto con otros miembros de nuestra especie el que se encuentra a la base de la sofisticación de nuestro conocimiento y que nos distingue de los animales, brindándonos la posibilidad de construir narrativas abstractas en forma rápida y por razones no solamente de sobrevivencia. Esto implica la capacidad de estratificación de conocimientos de forma rápida, eficaz y más libre permitiéndonos la concepción de ideales, creencias, disciplinas o ideologías que están a la base de nuestras culturas.