Inicialmente los instrumentos empleados en estas fiestas fueron cajones de distintos tamaños, frecuentemente cajones de bacalao y de velas; para lograr los sonidos más agudos se percutía en una botella, en sartenes o en algún implemento metálico. Con el desarrollo del género este instrumental fue sustituido por tres tumbadoras de alturas distintas, cada una con una función rítmica particular y específica, de las cuales la voz más aguda, el quinto, tambor parlante, será el que improvise determinados toques que instan al bailador a realizar distintas figuraciones. El salidor, de voz grave, marca un bajo ostinato y la voz media, el tres dos, va produciendo otro ritmo estable que equilibra el conjunto. En el cuerpo de uno de estos tres tambores o de un tambor aparte se “repiquetea” con dos palos, y el cantador porta las claves, que dan el inicio y se mantiene estable durante el canto.