Peculiaridades del desarrollo de tradiciones folclórico-populare

Yami Cabrera

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Desde el triunfo revolucionario de 1959 hasta la actualidad, la industria cultural cubana le concede un interés especial a las tradiciones folclóricas-populares como bienes y servicios culturales con valores artísticos que responden a una identidad nacional. El Licenciado en Estudios Socioculturales Reinaldo Enrique Ojeda en su artículo “La comercialización del producto cultural en Cuba” aborda este asunto como un cambio rotundo en la cultura política del país y comenta:

se implementó en el país una nueva política cultural, que trajo aparejado la implementación de un Programa de Desarrollo Cultural consistente en la expresión de los lineamientos de política cultural en un nivel de concreción que, a partir de las características específicas de la situación cultural y del entorno socioeconómico y político-ideológico reflejados en un diagnóstico científico, investigativo y riguroso, incluye un sistema de objetivos estratégicos de indicadores de evaluación y análisis de los recursos para su ejecución.[1]

El sitio oficial cubano EcuRed, dirigido al conocimiento sobre el acontecer sociopolítico de la isla, divulga lo siguiente respecto a esta política de la cultura:

La Política Cultural de la Revolución Cubana se ha orientado, por una parte, a propiciar la participación de nuestro pueblo en los procesos culturales y su acceso a lo mejor del arte cubano y universal y, por otra, a garantizar la activa intervención de los escritores y artistas en el diseño y la práctica de esa política. [2]

Este criterio puede resultar en muchas ocasiones, sobre todo después de la década de los 90, algo incierto y especulativo, o quizás desfasado con respecto a la situación actual de la industria cultural cubana, debido a la utilización de estos objetos y sujetos artísticos como productos destinados al turismo cultural. Es necesario tener en cuenta que la cultura revolucionaria, como se determina en la declaración oficial de la primera edición del Congreso Nacional de Educación y Cultura en 1971, es “[…] la cultura de una sociedad colectivista es una actividad de las masas, no el monopolio de una élite, el adorno de unos pocos escogidos o la patente de corso de los desarraigados. […]”.[3]

Sin dudas, los cambios en el modelo económico cubano y la apertura del turismo durante la década de los 90, constituyen la plataforma para una nueva proyección del producto cultural que deviene estas tradiciones, a partir de las nuevas tecnologías y estrategias de dicha industria. La economía de la cultura ocupa un papel importante dentro de todo este proceso, que adjunta también lo concerniente a la política cultural que se establece en esta última década del siglo XX.

Específicamente la música y la danza se convierten en un importante sector de la economía de la cultura y se transforma la obra musical en un bien o servicio disponible para el consumo, que como parte de una identidad cultural, “deviene en un importante espacio de inversión de capital. Productos artísticos tradicionales establecidos como bienes públicos pasan a ser privados, regidas por una u otra institución que limita su difusión mediante un valor de costo, lo cual produce un distanciamiento con sus verdaderas raíces, el pueblo. Lo popular significaba el pueblo, es decir “lo otro” de la cultura, “lo otro” de la industria, “lo otro” de la civilización” (Martín, 1991:3).

El patrimonio cultural vivo, se convierte en un arte exótico para los que visitan el país y produce la aparición de un fenómeno conocido como “reproducción económica de las expresiones”, que no es más que “un enfoque economicista de expresiones cuyo sentido cultural lejos de aportar contribuye a deformar ámbitos sociales” (Abreu, 2013:171-172).

Teniendo en cuenta que la tradición “es un proceso de variación continua y, junto a pervivencias numerosas sobrevienen aportaciones nuevas que enriquecen el panorama de la cultura popular y tradicional” (Guanche, 2009:110), es muy posible que este proceso de reconstrucción y proyección de imaginarios culturales constituya una de las principales causas de la transformación de las particularidades de muchas de estas manifestaciones folclórico-tradicionales, producto a su concepción representativa más que productiva.

Esto se puede ejemplificar a través de disímiles tradiciones del país, las cuales a lo largo de la historia de la Revolución han ido presentando diferentes características que la hacen mucho más artística que folclórica, tal es el caso de la rumba y sus distintas variantes. Para ello se hace necesario, primeramente, conocer algunos aspectos que distinguen a esta expresión desde las etapas anteriores al triunfo revolucionario de 1959.

¿Qué es la rumba?

El vocablo rumba está comprendido dentro de una serie de palabras afroamericanas que designan un tipo de fiesta colectiva y profana que aparece en Cuba en una época bastante temprana. Originalmente se concibe como un baile de pareja desenlazada que se produce dentro de un grupo afín. Rumba es fiesta, toque y baile. Se manifiesta dentro de un colectivo cohesionado por lazos de parentesco o amistad, de barrio. En la fiesta de rumba unos tocan los tambores, otros levantan el canto, otros responden como coro y los demás animan con palmadas, se contonean, salen al ruedo a bailar.

Inicialmente los instrumentos empleados en estas fiestas fueron cajones de distintos tamaños, frecuentemente cajones de bacalao y de velas; para lograr los sonidos más agudos se percutía en una botella, en sartenes o en algún implemento metálico. Con el desarrollo del género este instrumental fue sustituido por tres tumbadoras de alturas distintas, cada una con una función rítmica particular y específica, de las cuales la voz más aguda, el quinto, tambor parlante, será el que improvise determinados toques que instan al bailador a realizar distintas figuraciones. El salidor, de voz grave, marca un bajo ostinato y la voz media, el tres dos, va produciendo otro ritmo estable que equilibra el conjunto. En el cuerpo de uno de estos tres tambores o de un tambor aparte se “repiquetea” con dos palos, y el cantador porta las claves, que dan el inicio y se mantiene estable durante el canto.

Generalmente, las rumbas están precedidas de una inspiración vocal de corte melódica llamada diana. Después, con la entrada del texto, se inicia una improvisación para exponer el asunto que da motivo a la rumba; a esto se le denomina decimar. Después de la improvisación, “rompe” la rumba con la entrada de los instrumentos y la forma alternante solo-coro, en la que el coro repite constantemente un estribillo; este es el momento conocido por capetillo.

Cuando rompe la rumba, una pareja de baile sale al ruedo. El baile es descriptivo y, en general, su estilo es convulsivo y desarticulado; en él se realizan pasos y gestos tendientes a representar los acontecimientos que anteceden a la posesión de la pareja.

Cada una de las partes de la rumba presenta variantes, que al combinarse entre sí, hacen surgir modalidades diferentes de caracteres propios muy definidos; entre ellas se encuentran: el guaguancó, el yambú, la columbia y las rumbas de tiempo España. A principios de este siglo se conocieron grupos famosos como Los Roncos y El paso franco. Posteriormente, se conocieron rumberos que adquirieron gran prestigio como Agustín Pina, Roncona, Malanga, Tío Tom, Chano Pozo, Virulilla, etc.

Como hecho folclórico, antes del triunfo de la Revolución, la rumba recibió las adulteraciones que el teatro vernáculo, el cabaret, el cine y la televisión comerciales le propiciaron, sin embargo, las rumbas bailadas por el pueblo continuaron su evolución lógica hasta llegar a definir una de las manifestaciones culturales del patrimonio folclórico cubano.

Como es sabido, esta es una manifestación surgida y desarrollada dentro de los entornos más marginados de la población, por lo cual el sistema capitalista desvalorizaba por completo su desempeño y minimizaba su importancia como expresión cultural autóctona. Contrario a esto, la nueva política cultural trazada por la Revolución elimina estas cuestiones y le otorga nuevos valores dentro de la sociedad. Por ello, de acuerdo con los objetivos estratégicos determinados dentro del Plan de Desarrollo Cultural, mencionado al inicio del presente trabajo, se les propició a los practicantes de rumba determinados beneficios que facilitaron su evolución dentro de la nueva sociedad socialista. Ello incluía, por supuesto, espacios de desarrollo, cierta remuneración tanto económica como social, planificación de actividades artísticas, etc. Es evidente que cambia su nueva proyección dentro de la sociedad.

No cabe duda que su esencia músico-danzario, no dista mucho de lo realizado anteriormente. No obstante, la tecnología ha permitido el acercamiento a sonoridades contemporáneas sin que se pierda la esencia de la tradición. Con ella incorporamos el bajo eléctrico en un plano percusivo más, el violín en un canto espiritual a los ancestros, cuando eleva una diana y combina un toque contemporáneo. Se incorpora el piano eléctrico y la sonoridad actual de la jazz band, que nos acompaña desde los años veinte cuando músicos cubanos, mencionados anteriormente, llevaron la rumba y el son al barrio latino de New York.

En la actualidad existen rumberos insignes como los grupos Clave y Guaguancó, Yoruba Andabo, Los Muñequitos de Matanzas y Los Papines, entre otros. Además se puede apreciar la representación artística de esta manifestación folclórica en las presentaciones de agrupaciones profesionales como el Conjunto Folclórico Nacional, y las agrupaciones locales como Rumbatá de Camagüey y Rumbávila de Ciego de Ávila.

Conclusiones

Evidentemente los cambios en la política cultural cubana trajeron muchos beneficios para la visualización de las expresiones folclórico-populares del país. Se tomaron medidas como la creación de empresas para organizar la actividad de músicos y artistas, con una clasificación de acuerdo con su calidad, salarios, planificación de actividades artísticas y listas para la producción discográfica. Las estrategias trazadas posibilitaron la evolución de muchas manifestaciones que estaban prácticamente en desuso o se encontraban desvalorizadas socialmente como la rumba.

Esto permitió que tanto la rumba como otras expresiones se integraran a la sociedad con un importante valor cultural alcanzando una alta relevancia social. Ello propició la proliferación de la rumba en diferentes niveles de la sociedad, pudiendo encontrarla tanto en espectáculos folclóricos como versionada dentro del repertorio de agrupaciones e intérpretes de música de concierto.

Además, se ha podido apreciar una evolución del género, debido a las influencias de la institucionalización, a través del perfeccionamiento o profesionalización de los instrumentos musicales que integran la agrupación, dejándose a un lado el uso de utensilios tan rústicos. También se puede observar como surgen, en este período, agrupaciones profesionales encargadas de la interpretación de esta expresión dentro de espacios preestablecidos y organizados por las entidades culturales del país.

En conclusión, se puede afirmar que la política cultural, adoptada por la Revolución y sus respectivas modificaciones en el transcurso de los años, ha influido directamente en el desarrollo de las tradiciones folclórico-populares de la isla, otorgándole una nueva proyección mucho más artística que folclórica. Ello indiscutiblemente ha generado cambios internos dentro de la tradición y una nueva perspectiva tanto para los emisores como para los receptores que se vinculan a ella.

NOTAS

[1] Reinaldo Enrique Ojeda González: “La comercialización del producto cultural en Cuba” en: http://www.monografias.com/trabajos94/comercializacion-del-producto-cultural-cuba/comercializacion-del-producto-cultural-cuba.shtml

[2] “Política cultural cubana” en: http://www.ecured.cu/index.php/Pol%C3%ADtica_Cultural_de_la_Revoluci%C3%B3n_Cubana

[3] Sandra del Valle Casal: “Revolución, política y cultura” en: http://www.perfiles.cult.cu/articulos/3_revolucion,_politica_y_cultura.pdf?article_id=185

Referencias

Abreu, Johannes: ¿Músico o Empresario? Perspectivas sobre la industria y los negocios en el sector de la música, Ediciones CIDMUC, La Habana, 2013.

Guanche, Jesús: Procesos etnoculturales de Cuba, Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, Cuba, 1983.

______________: El patrimonio cultural vivo y otros temas de antropología, Ediciones Adagio, La Habana, 2011.

______________: La cultura popular tradicional en Cuba: una experiencia compartida, Editorial Adagio, Ciudad de La Habana, 2009.

2020

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