¡El señor Borges!

Álvaro Arana

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Hoy hace 26 años en Ginebra, se apagó una de las linternas más hermosas y lúcidas de Latinoamérica. El alto poniente, las vastas galerías y volúmenes, los pérfidos espejos, el inescrutable tiempo.
Javier Arana Acevedo
Hoy hace 26 años en Ginebra, se apagó una de las linternas más hermosas y lúcidas de Latinoamérica. El alto poniente, las vastas galerías y volúmenes, los pérfidos espejos, el inescrutable tiempo. Borges labró, a pesar de su ceguera, una singular obra harta colmada de mitologías y de magias, de minuciosos recovecos mentales y de laberintos invisibles que hilaban una red o forjaban un prisma. Rozó la perfección en su prosa, la gloria en su poesía.
Quizás hay detractores que se dedicaron a achacarle frialdad a su obra, a la reducción de su artificio, un juego mental, mas no sabían lo cimero de su proeza, la fusión de los géneros, la sensible inteligencia que era dueño, su tremenda concisión, insondable imaginación, su ajedrezado manejo de las ideas, su poética crepuscular y elegíaca, que rescataba la poesía misma.
[doap_box title=”Sus pasos” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]
1899 Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto.
1914 Viajó con su familia a Europa y se instaló en Ginebra, donde cursó el bachillerato.
1919 En España y allí entró en contacto con el movimiento ultraísta.
1921 Regresó a Buenos Aires y fundó con otros importantes escritores la revista Proa.
1923 Publicó su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires. Desde esa época, se enferma de los ojos, sufre sucesivas operaciones de cataratas y pierde casi por completo la vista en 1955.
1974 Aparecen sus Obras Completas.
1980 Recibió el premio Cervantes.
1986 Su obra fue traducida a más de veinticinco idiomas y llevada al cine y a la televisión. Falleció en Ginebra el 14 de junio.
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Estupendo en el ejercicio del humor y el diálogo, sabemos que fusionó y destruyó los géneros, saltando de uno a otro con tanta sutileza e inteligencia. Sorprende en el manejo del rígido español como que fuese inglés, la elaboración de una sintaxis amparada en paradojas, el rejuvenecimiento y sensibilidad musical de las palabras.
Nació en el último año del siglo XIX, en Buenos Aires, Argentina. Profesó el culto a sus antepasados ingleses y a los argentinos. Admiró el valor de los compadritos y cuchilleros; se ufanó de su sangre inglesa, aunque se quejó de su destino como escritor, ajeno a la valerosa milicia de sus predecesores. Agotó sus días de infancia en la biblioteca de su padre. De ahí, ya en la linde de sus años, afirmó no haber salido nunca. No abandonaría nunca su inmediato contacto con los clásicos, releyendo a sus preferidos: Stevenson, Chesterton, Schopenhauer, Kipling.
Su obra central, el Aleph, descoció la ficción hasta niveles ignorados. Cuentos con argumentos de ensayos, ensayos con disfraz de cuentos, citas y autores apócrifos en inquietantes elucidaciones, criptografías y arcanos mundos hechos realidad en su mente. Basta recordarles la no tan inverosímil urdida venganza de Emma Zunz; las maravillosas enumeraciones del mundo, la sometida contención del universo en un solo punto, el terror ante la visión de lo infinito en el Alpeh, la ética de los intrincados rincones del alma humana en Deutsches Requiem.
Borges se apartó de cualquier clasificación exótica y exuberante latinoamericana, y fue antes que todo, un escritor universal, clásico, contrario a todos los cánones establecidos por Europa.
Dejó abierto un resquicio impagable en la literatura latinoamericana. Nos alejó del aciago realismo mágico y nos legó en sus letras, la dicha de su imaginación, su inteligencia y su sueño.
Al lado de su compañera María Kodama, responsable de sus últimas felicidades, el autor encontró la paz de la compañía, se sintió agradecido por recibir amor y de disfrutar unos largos viajes al Oriente, ya ciego pero más vidente y sensible que nunca. En una mañana ginebrina, su largo atardecer se apagó, ya por segunda vez y última.
Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto. Viajó con su familia a Europa y se instaló en Ginebra, donde cursó el bachillerato. En España y allí entró en contacto con el movimiento ultraísta. Regresó a Buenos Aires y fundó con otros importantes escritores la revista Proa.
Publicó su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires . Desde esa época, se enferma de los ojos, sufre sucesivas operaciones de cataratas y pierde casi por completo la vista en 1955. Aparecen sus Obras Completas. Recibió el premio Cervantes.
Su obra fue traducida a más de veinticinco idiomas y llevada al cine y a la televisión. Falleció en Ginebra el 14 de junio.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 B
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